martes, 4 de diciembre de 2007

La insensible

El creer que hay que predicar con el ejemplo, que nuestros padres influyen mucho en nuestro comportamiento, sobre todo en la infancia, y que los niños, más allá de su crueldad, se la pasan “haciendo para ver qué pasa”, no me hace una insensible, ni mucho menos, de hecho.

Mi prima Lirio adoptó muy lindamente tres gatos recién nacidos, sobrevivieron dos y los cuidó como si fuera su madre, por supuesto es un acto muy noble de su parte y estoy segura de que esos felinos corrieron con muchísima suerte al caer en sus manos.

Lirio planea adoptar otros dos gatos, unos hermanos a los que no quieren separar luego del maltrato que recibieron cuando Elena, otra linda persona amante de los gatos, los encontró y rescató de las garras de unos niños que disfrutaban de hacer maldades como quemar colas de gatos.

Hasta aquí todo “normal”, porque pocas personas tienen la sangre, el corazón, la paciencia, las ganas o lo que sea, para convivir con animales, de invertir su tiempo y dinero en sus cuidados, y es respetable que lo hagan, hasta que les organicen fiestas de cumpleaños a sus perros o gatos. By the way: no por eso deja de darme risa eso de las fiestas de animales, sorry.

Mientras mi prima nos contaba sus planes, Cinthya se unió a la conmoción y contó que encontró también a dos niños jugando con un perro con las patas traseras amarradas, que con lágrimas en los ojos y todo el coraje del mundo fue con la mamá de los infantes para acusarlos y terminó muy satisfecha después de desatar al perro y ver que la mamá de los chamacos les acomodó una madriza.

Al ver que ni Lirio ni Cinthya se incomodaron al saber que dos niños fueron maltratados vino mi indignación, y comenté que era mucho pedir respeto a dos niños no respetados, porque finalmente ellos estaban actuando como su mamá, nomás que ellos la agarraron contra el perro, que claro, no tenía la culpa, pero para mí pasó a ser lo de menos.

Argumenté que ellos actuaban como su mamá y que tal vez no era su culpa ser así, seguían ejemplos y ya, pero las dos coincidieron en que los animales no pueden defenderse y los niños sí, y que “ver que le peguen a un niño no les duele y ver que le peguen a un animal sí”.

Justo aquí quedé como La Insensible, aunque después de mucho pensarlo decidí que no lo soy por dar más valor a un humano que a un animal, y conste que el hecho de que odio a los gatos y a la mayoría de los perros no solo porque soy alérgica, no influye en que me importen menos.

Obvio cada quien con sus broncas, yo seguiré creyendo en la gente, aunque exista mucha que no valga ni un centavo porque evidentemente a esa no la tomo en cuenta, y quien quiera amará a los perros y a los gatos por sobre todas las cosas.



Y este post lo dedico al “Burrito”, el perico que a pesar de que le daba de comer todos los días me mordía sin cesar.